Herencia Trans

   Hay saberes compartidos, pequeñas líneas de conocimiento que nos conectan a quienes vinieron antes que nosotras y nos separan de quienes sostienen el puñal que nos ha quitado a tantas de nosotras. Hay heridas que nos pasamos de una historia a otra, para no olvidar quiénes las provocaron, pero aún más importante, porque son llaves, intuiciones, para una historia que no deja de repetirse. 

   Tenía quizá unos 22 años, me encontraba apoyada al muro del Teatro Nacional, esperaba a algo o alguien y la cálida luz de la tarde abrazaba mis brazos y mi rostro, sonriente se acercó una mujer a mí, pertenecíamos a la misma comunidad, compartíamos el mismo nombre y cometimos el mismo crimen. 

   “Cuando yo tenía su edad, no podíamos hacer eso, sentarnos durante el día a plena vista, nos manguereaban, nos golpeaban y hasta nos llevaban presas”

   Ese y muchos otros son los conocimientos que nos compartimos, un extenso manual de supervivencia que intentamos compartir entre nosotras, y que inútilmente logramos hacer que otros escuchen. Nuestros pensares, desde la mirada del otro, no son una cuestión de vida o muerte, sino insignificante tinta sobre sus tésis, conversaciones académicas que nos nombran pero no nos invitan, banales reconocimientos que adornan las paredes de sus grandes corporaciones a las que no podemos tan siquiera apoyarnos. 

   Mi nombre, así como el de mis hermanas, hermanos y hermanes que decidimos nombrarnos, nacer de nuestra propia creación y bautizarnos a la luz divina de esta identidad transgénero, transexual, travesti, trans, o cualquier denominación, no es un simple otorgamiento que nace de la nada, es el fruto que entre risas escondidas arrebatamos para honrar nuestro espíritu y vivir atrevidamente, siempre autenticas y siempre irreverentes. 

   He cumplido ya tres décadas deambulando este mundo y he vivido un tercio como verdaderamente estaba destinada a ser, me han arrebatado, desgraciadamente y en reiteradas ocasiones, la fuerza y el hambre de vivir, pero cuando no me ha quedado nada, encuentro con fina claridad mi nombre descansando sobre un campo de flores que serenamente alberga las historias de todas mis hermanas que ya no están, y algún día, en varias décadas más albergará mi historia también. 

   Y entonces me aferro a esa herencia trans, líneas de conocimiento que hoy me anclan a la tierra y como si fueran mis propias venas pulsan vida dentro de mí, me conectan a una versión pasada mía que he aprendido a perdonar y me obligan a prometer aferrarme a mi nombre y la conquista de todo lo que aun puedo llegar a ser. 

   Los nombres, las historias y los pensares son nuestra clave para enfrentar tradiciones de aquellos que no pueden nombrarse a sí mismos, tradiciones de violencia que cada cierto tiempo, cuando nuestra presencia se vuelve incómodamente irreverente para ellos, vuelven a repetir. Sin poder entender jamás, que no podemos ser borradas y mucho menos olvidadas.

Imagen destacada por Wilfried Santer

Victoria Rovira

Es una joven que aboga por los derechos humanos de las personas trans y del trabajo sexual. Es co- fundadora del colectivo antirracista Black Lives Matter Costa Rica y de la Colectiva Trans-Parencias cuya agenda política se mueve hacia la priorización, articulación y desarrollo de acciones afirmativas y derechos de la población trans en Costa Rica. Se desarrolla como capacitadora empresarial en temas de desarrollo de talento humano y estudió publicidad, fotografía y community management.

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